22.11.12

Apología de las cosas pequeñas y tontas

Siempre creí, ser una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. La psicóloga me dice que que quizá cuando era niño mi madre quería tener una niña y me a hecho creer esas cosas... De que hablar, a veces siento al cuerpo despojado de cualquier papel, fuera máscaras, la drama queen viviente, me vienen a la mente cosas extrañas que rebasan al genero, me convierto en la diva de la escena y  golpe tras golpe digo las palabras exactas para causar un infarto de muerte.  


Siempre creí que de niña me convertiría en una ostra, me daba de golpes en la cabeza contra la pared esperando que el mundo se deshiciera dentro de mi cabeza y pararan los pensamientos. Que en especial mi madre viniera y dejará de ser esa persona asustada, gritona, golpeadora, indiferente y patetica.

Moría solo por un abrazo y un te quiero honesto.

Alimentaba a una piedra con sumo cuidado de no caer dentro  de sus pensamientos, era una piedra pequeña que con el tiempo fue creciendo, que se llamaba Pietro y venía de un rió,  tenía tres rostros, uno neutro, uno de risa y  uno triste (no olviden el triste). Le alimentaba cada mañana extrayendome algo de vida por la nariz, con gotitas de mi sangre que dejaba escurriendo por el filo de una aguja fina con la que mi abuela remendaba las camisas de mi abuelo. 

La llevaba a pasear, nos bañábamos juntos.

Siempre creí que ese día no existió que mi pensamiento se quedo flotando y no me convertí en parte de todo lo que más odiaba en la fas del planeta. Siempre creí que podría soportarlo todo hasta que un día Pietro se perdió y comencé a escuchar muchos ruidos en mi cabeza. Siempre creí que podría, que sostendría los pensamientos negros y terminaría convirtiéndome en un sol esplendido y grande con un arcoiris lunar al otro lado del mundo, mientras una mariposa aletea en Singapur.

Pero no. Era. Como todos. Como casi todos. Era un niño como dos de cada mil. Era un niño al que a fuerzas empinaron a culo pelado, era un niño al que le habían atravesado la cabeza por una ventana, que no conocía otra cosa más que por los ojos de sus padres, que tenía miedo, que aprendió a gritar y a no defenderse, que se fue por el abismo del abuso sexual repetido y atenuante....Chocaba mi cabeza repetidas veces contra la pared esperando que se me fuera el alma y que mi vida se fuera por el tubo mas cercano, por las tortilla, el refresco o los cigarros....chocaba mi cabeza y seguía siendo yo en la esquina de un hotel con las niñas y los niños putos de mierda que se asoman de vez en cuando a pagar el dinero de la renta. Era yo, y no era yo...

¡Este NO soy YO! ¡Este no soy Yo!

Como toda la basura, como todo lo que me has venido a enseñar del puto mundo y del amor y de todos los valores extremos y tontos y de bienestar y de respeto ....¡Ama a tus padres! ¡Ten un trabajo! ¡Gana dinero! ¡Búscate esposa! ¡Tennos nietos! ¡Ten una  pensión! ¡Cree en Dios! ¡Ama! ¡Ama! ¡Ama! ¡Ama! 

¡Soy una cáscara! ¡Soy una cáscara! A veces no me sobra la fe, ni me falta, a veces despierto llorando por el incansable afán de todo lo condenado a muerte, al incansable prevenir de todo lo que queda atrapado a la cáscara de sus sentidos. A veces ni llorar puedo, por más que quiero.

Golpeaba mi cabeza esperando que la piedra se rompiera, esa noche. La noche en que se desbocaron los pensamientos negros, en que encadenaba a mis padres y les hacia la de sodoma como un par de negros con penes gigantes. 

¿Quieren empatía?  ¿Quieren empatía?

Y daba ordenes con las manos como orquestando el movimiento de los grandes culos  negros. Prepara el ácido, le decía a los Siameses de whisky.   Tomaba a los cautivos por el cuello y los ponía contra la pared, sus patitas colgando y el aire que se iba acabando poco a poco, como hicieron conmigo de pequeño otros tantos. Les amenazaba que al mínimo grito llamaría a sus padres y estarían muertos, que hicieran todo lo que dijera...

¿Quieren empatia?
Esperaba años a que se volvieran fruta vieja, los dejaba pudrirse en una habitación con sus propios orines y con su caca embarrada en los pantalones mientras perdían la vista poco a poco. con el único afán de que pudiera comprender una pizca de lo que se siente. Como le fue pasando al abuelo...

¿Cómo vas a amarme después de esto? ¿Cómo se supone que debo amar después de esto? Como se supone que debo poner la otra mejilla. ¿Pongo la otra nalga para que terminen de una buena vez?

¿Cómo se supone que los voy a amar después de todo eso?

Y no puedo llorar , por que tengo unas ganas inmensas de que el ácido este listo, de que Pietro no se hubiera perdido aquella noche, de no haberlo arrojado contra la pared y mi cabeza hueca, hueca de amor, de afecto y cualquier sentimiento real....


Tengo nostalgia a veces de los murmurllos de mis parejas, de su amor o de los momentos en que parecía serlo, de como hacían para escapar a hurtadillas de la cama, de sus muecas al llegar el orgasmo, de su manera de mentir, de como en sus manías tenían que dar tres vueltas a la manzana antes de ir a dormir (como gatos o perros); de mil y un cosas tontas, bien tontas y que despiertan mi afana materno-paterno; un... un... mapa del sentimiento que hubiera querido para mi. En vez de estos pensamientos negros en los que el ácido del tiempo y el olvido termina por corroer la piel de mis progenitores.

En alguna parte tengo una idea de lo que puedo ser. Me veo de niño y me presto mis alas, por que mis alas existen. Por que no estoy solo, por que estoy conmigo. En alguna parte no soy la medusa que convierte en mierda y piedra a todo el que lo "ama" o al que "ama".

Defiendo mis cosas, perros de mierda, defiendo lo mio. Defiendo la noche en que vi a Pietro mirándome con su carita triste y quise quererlo y solo pude destrozarlo. Por que no sabía hacer otra cosa que gritar y odiar mi propio dolor y mi propia soledad en esa carita triste y gritarme que no fuera estúpido niña de mierda.

Defiendo no ser eso.  ¡NO!  ¡No quiero! Apuesto a querer ser algo, cualquier cosa distinta a lo que había venido siendo. Prefiero mi risa estúpida en un quinto piso, muerto de hambre, a seguir viviendo otros 30 años de mierda.

Aún mis fantasías me salvan de terminar con tanta cadena perpetua en la prisión estatal y ser uno de los asesinos seriales más creativos de la historia, de hacer lo mismo que ... que me he permitido desde que tengo memoria y fuerza.

¿Quieren empatía? Aprendan a hablar, a recordar, a perdonarse. Yo no puedo, ni quiero  hacer ya nada por ustedes. Ni siquiera el suplicio les vale la pena. Mueran en su lenta agonía de soledad. Como todos.


Era un niño como dos de cada mil, en este país nos pasa lo mismo a dos por cada hora. Pero no seré el que siga la cadena, ni el que vuelva a abusar de otro. No voy a poner la otra mejilla, no quiero amar de esa manera.

Soy una como cada tantos.


......










1 comentario:

AlaudaLeonis dijo...

Hace mucho no te visitaba, te leo con agrado :D